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Diplomacia Coercitiva: Aranceles como Herramienta de Presión y la Estrategia Mexicana

Por: Miguel Pérez Pompa

En el escenario internacional, las amenazas recurrentes de Estados Unidos de incrementar aranceles a productos mexicanos bajo el Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) han generado una respuesta basada en la defensa de la soberanía nacional y el fortalecimiento interno. México ha priorizado programas sociales y diálogo prudente para evitar escaladas, aunque se anticipa que la presidenta Claudia Sheinbaum enfrentará tensiones diplomáticas durante su mandato. Esta dinámica refleja la estrategia de diplomacia coercitiva empleada históricamente por el presidente norteamericano Donald Trump, quien utiliza el poder económico estadounidense como herramienta de presión internacional, afectando no solo a México sino a aliados como la Unión Europea y Canadá. Ejemplo de ello fue el conflicto entre Trump y Volodímir Zelenski -presidente de Ucrania- en 2019, donde el entonces presidente estadounidense condicionó ayuda militar a Ucrania a cambio de investigaciones políticas, revelando un patrón de exigencia unilateral.

La Unión Europea y Canadá ya han respondido con medidas similares a las amenazas arancelarias de Trump. En 2024, la Unión Europea impuso aranceles del 25% a productos como el whiskey y motocicletas Harley-Davidson, mientras Canadá gravó acero y aluminio estadounidenses. México, en contraste, ha evitado entrar en esta guerra comercial mediante una diplomacia cautelosa. Hasta ahora, se ha excluido de las medidas arancelarias estadounidenses gracias a negociaciones discretas y al fortalecimiento de su mercado interno. Programas como “Sembrando Vida” y “Jóvenes Construyendo el Futuro” buscan reducir la dependencia económica externa, aunque persiste la incertidumbre en sectores manufactureros, que aportan el 18% del PIB nacional.

El 2 de abril de 2025 marcará un punto crucial: La presidenta Sheinbaum anunciará si aplicará aranceles recíprocos a productos como acero y aluminio estadounidenses, tal como adelantó su gobierno. Esta decisión debe equilibrar la competitividad comercial de México (que exporta $470 mil millones anuales a Estados Unidos) con la necesidad de evitar represalias. Hasta ahora, la estrategia mexicana ha combinado límites firmes en privado con un discurso público moderado. Por ejemplo, en enero de 2025, Sheinbaum evitó criticar abiertamente a Trump tras su veto a automóviles eléctricos mexicanos, optando por acelerar acuerdos con la Unión Europea para diversificar mercados.

La prudencia mexicana se sustenta en tres pilares:

  • Diálogo técnico: Negociar en mesas especializadas, no mediante declaraciones mediáticas.
  • Fortalecimiento interno: Inversión en infraestructura logística y energía renovable para reducir vulnerabilidades.
  • Alianzas regionales: Revitalizar acuerdos con Canadá y Latinoamérica para crear bloques de negociación cohesionados.

Sin embargo, los riesgos persisten. El 40% de las exportaciones mexicanas dependen de Estados Unidos, y una guerra arancelaria afectaría sectores clave como automotriz (25% de las exportaciones) y agroindustrial (15%). Por ello, expertos recomiendan aprovechar el T-MEC: Su capítulo 31 permite resolver disputas mediante paneles independientes, evitando medidas unilaterales. La apuesta de México es clara: Convertir la coerción en oportunidad para redefinir su posición en cadenas globales de valor, sin sacrificar soberanía.

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